Al hablar de trascendencia no podemos dejar a un lado a la religión, y es necesario someter a rigurosa crítica todo lo que se nos ha legado, ya que éstas afirman que mediante sus rituales y mecánica de oración y meditación es la manera de acercarnos a la trascendencia y a Dios, por lo que se proponen como mediadoras cuando no conseguimos llegar a Dios por nosotros mismos. Pero tenemos que pensar la realidad, no los catecismos, que son sólo interpretaciones religiosas de una realidad que viene desde algo anterior.
El ser humano es un ser que esta haciéndose constantemente, creando su propia existencia.Al reaccionar, asumir, rechazar y modelar vamos construyendo nuestra existencia y nunca logramos estar perfectamente acabados, siempre nos estamos construyendo y creando, y en ésta misma realidad nos habita 2 puntosopuestos pero que no dejan de ser uno mismo ennosotros: somos seres de inmanencia y trascendencia a la vez.
Inmanencia porque como el árbol, echamos raíces, y estas raíces nos limitan; desde que nacemos ya formamos parte de un contexto determinado, el cual éste mismo nos delimita. A su vez somos seres de apertura, de ir más allá, de romper barreras y prohibiciones, de trascender.
El ser humano es un ser de apertura (es un ser social), que se comunica, y así es como se construye a sí mismo, sólo saliendo de sí, habita realmente su hogar, sólo dando de sí,recibe. Como ser social es capaz de crear utopía y añadir algo a lo real, por eso crea símbolos, proyecciones, sueños... porque ve lo real transfigurado. Esta capacidad es lo que llamamos ‘trascendencia’, también es un ser que sale de sí mismo para ir al encuentro del otro, y de ésta forma se vive la trascendencia también, como ya se mencionaba en ejemplos como el enamoramiento, la visita al estadio para ver un partido de futbol que para la persona es muy importante y significativo, el ejemplo del hombre nazi en los campos de concentración, etc.
Por otra parte, esta también la pseudotrascendencia, la cual puede consistir no en un acercamiento a la realidad, sino por el contrario, una lejanía o evasión de la misma realidad, por lo que, dado que no implique un cambio significativo en nuestra vida, una mejora o enriquecimiento personal en nuestra cotidianeidad, seguirá tratándose de pseudotrascendencia, tal como el ejemplo claro del autor al hablar de la droga, que nos puede llevar a un éxtasis profundo, pero el problema no es el viaje, sino el regreso a nuestra realidad, ya que sólo estamos evitando vivir nuestra realidad tal como es, buscando medios para estar en algún estado ilusorio y no en nuestra conciencia.
Un punto que me ha parecido muy realista es el plantear lo que ya exponía antes sobre el enraizamiento y la apertura, mismos que se traducen en cotidianeidad y buscar algo más... ir más allá, buscar la trascendencia en nuestra vida, no como fin a llegar, si no como parte de nuestra existencia. Se plantean cuestiones de alcanzar la trascendencia no desde el aspecto religioso mediante oraciones, meditaciones, apartándonos de lo banal y mundano, con la contemplación, etc.- y no es que esto no sea parte del proceso, lo es, pero sólo una parte, una manera de llegar- sino que a la vez que somos seres humanos con raíces, es preciso domesticar nuestros demonios, poder controlar nuestros deseos, de manera que se pueda encauzar toda esta energía para nuestro propio crecimiento y así vivir en la plena libertad que tenemos.
En general, fuera de cualquier religión y creencias, en lo personal creo que se puede llegar a la trascendencia con nuestras experiencias y vivencias cotidianas (dolorosas, alegres, amorosas, etc. etc ), en el encuentro con el otro, apegos o desapegos, conciencia sobre nuestra realidad o si se prefiere, mediante la meditación , oración, contemplación, o incluso con alguna de las instituciones mediadoras entre Dios, la trascendencia y el hombre, según lo que elijamos o se nos haga más cómodo. Y es claro que no se puede excluir la realidad en la que estamos inmersos cuando pareciera que tratamos asuntos muy lejos de ser alcanzados por el hombre, o como un fin a llegar después de morir o sólo a alcanzar si hiciéramos algo poco común o inalcanzable por cualquier otro ser humano, como se creyera o entendiera en un principio sobre lo que consistía ‘trascender’. Esto es algo que forma parte de nosotros y que cualquier ser humano en plena libertad de conciencia podrá vivir, siempre a su manera.